Te fuiste sin decir adiós siquiera
a un submundo de sombras y quebrantos,
dejándome sumido en tantos llantos
que dudo que en el mundo más hubiera.
Quedaste del autismo prisionera
y en los ojos mostrabas tus espantos
que debieron ser duros y ser tantos,
que tuviste que echarlos hacia afuera.
Recuerdo con dolor aquella historia
que fue la consecuencia de perderte
y aunque pienso que moras en la gloria,
yo vivo en el infierno por tenerte
de nuevo encadenada a esa memoria
que quieren me persiga hasta la muerte.