Hay belleza en el cuerpo y en el alma,
mas sólo nos fijamos en aquélla
y es ésta, sin dudarlo, la más bella
si se mira despacio, en serio y calma.
La belleza del cuerpo se marchita
y acaba convirtiéndose en fealdad,
pues por mucha y muy buena voluntad
que se ponga en cuidarla, finiquita.
En cambio, en la otra de que hablamos
no sólo su belleza permanece,
pues cuanto más mayores nos hagamos
se ve claro que día a día crece,
por lo cual es más justo que admitamos
que, con mucho, el primer lugar merece.