Es triste que el valor de una opinión
no sea el de su estricto contenido,
sea quien sea aquél que la ha emitido
creyendo que le asiste la razón.
Una cosa es hablar sin ton ni son
vomitando palabras sin sentido,
que sólo se las oye por el ruido
y una otra empleando convicción.
Hay gente que no escucha atentamente
lo que dicen personas nada afines
con las cuales se muestra reticente;
en cambio, será objeto de alucines
si hablara una persona coincidente
aunque fuese en olor de folletines.